viernes, 12 de marzo de 2010

No sonrías ante un espejo roto.

Escuché que "una imagen vale más que mil palabras"... pero tu voz de ayer en el teléfono valió más que mil imágenes."Estoy triste", me dijiste, haciendo una ejemplar de palabras. Sentí el impulso, claro, de preguntarte: "¿Triste por qué?". Pero me contuve. Y luego ya no supe qué decirte... casi como rindiendo en examen tu lección acerca de la síntesis."¿Triste por qué?". Es que... ¿importa realmente acaso? Alguien nos cuenta que esta triste o con los ánimos en baja, y enseguida todos saltamos a decirle: "No... venga... levántate... no te sientas mal" y esas cosas.Pero la verdad es que TODOS MERECEMOS SENTIRNOS MAL... alguna vez... algunas veces. TODOS TENEMOS EL DERECHO a tener (y disfrutar) nuestro pequeño "duelo" por aquellas cosas que nos hacen mal.Cosas que, no importa el valor intrínseco que tenga... sino más bien el que cada uno de nosotros les da. Podemos estar tristes por un resultado deportivo, por nuestra situación laboral, amorosa, de estudios... por la ida de algún ser querido.Lo cierto es que todos podemos / debemos / necesitamos sentirnos mal alguna vez. La tristeza funciona en nosotros como el pinchazo en el dedo del costurero... o el raspón en las rodillas de los chicos cuando aprenden a andar en bicicleta. No perdemos la sensibilidad, pero aprendemos a afrontarlo cada vez mejor.Todos tenemos el derecho a estar tristes. La tristeza (como si de un Yin-Yan se tratara la vida) nos permite disfrutar de un modo mucho más pleno los momentos de alegría. Y es que nos movemos, ni más ni menos, que en un mundo lleno de pares opuestos... y la alegría es tal sólo en comparación a la tristeza.De modo que... no te levantes de donde estás. No sonrías ante un espejo roto. Y por muchas ganas que tengas, no seques esas lagrimas. Moja tu dedo con ellas y, cuando te sientas capaz, pasa la página.

No hay comentarios:

Publicar un comentario